- Exposición: Patrimonio en riesgo
- El factor humano
La urbanización, la inestabilidad política y el turismo masificado presentan importantes amenazas para los monumentos y paisajes de Europa. Se derriban los edificios antiguos para construir nuevos. Barrios enteros dejan paso a la construcción de vías de tren y metro, u otros tipos de edificaciones urbanas. Las zonas turísticas pueden llegar a atraer a tantas personas al año que su popularidad resulta más perjudicial que beneficiosa. En otras partes, los edificios monumentales se perciben como símbolos de opresión y se convierten en objeto de odio y protestas.
Urbanización
Desde la Revolución Industrial hace más de 200 años, las zonas urbanas se han expandido en todos los países europeos, en todas las regiones y en casi todas las ciudades. La urbanización proporciona alojamiento para la creciente población europea, y la infraestructura necesaria para respaldarla, y ha cambiado profundamente el aspecto y la distribución espacial de las ciudades; también ha difuminado los límites entre el mundo urbano y el rural.
Tomemos, por ejemplo, la urbanización de mediados del siglo XIX en París. En la época, la ciudad se consideraba superpoblada e insalubre. En 1853, se emprendieron rigurosas labores de renovación, dirigidas por Georges-Eugène Haussmann, prefecto del Sena. Se derribaron los barrios medievales del centro de la ciudad, dejando espacio para amplios bulevares, plazas y parques.
Si bien las condiciones de vida mejoraron como consecuencia de la modernización, la población también criticó que no se hubieran conservado más lugares y calles históricas. Las ideas de Haussmann se pusieron en práctica en muchas otras ciudades, como Nueva York y Barcelona.
Klarakvarteren, o Klara, es un barrio de Estocolmo del siglo XVII que se derribó en su mayor parte durante la década de los 50. En nombre del progreso, se sometió al barrio a un exhaustivo proyecto de renovación urbana en el que se demolieron más de 450 edificios y se reconstruyeron numerosas casas.
Antes de la demolición, la zona se caracterizaba por sus tiendecitas y talleres.Posteriormente, estaba formado fundamentalmente por edificios de oficinas. La población, en la que se incluían escritores y periodistas, condenaron firmemente el derribo.
Los cambios que se produjeron en el paisaje urbano de Klara se ilustran claramente en estas imágenes que muestran la vista desde la torre del ayuntamiento hacia el noreste. Gustaf W. Cronquist tomó la fotografía autocroma en 1924. La imagen más reciente muestra el barrio de Klara en 2009.
Utilice la barra desplazadora a continuación para comparar las imágenes de Klara antes y después de su renovación.
Iglesias fortificadas en Transilvania, Rumanía
La región de Transilvania en Rumanía cuenta con una gran cantidad de iglesias fortificadas y pueblos del periodo sajón que, en 1993, se designaron como Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Conservados desde finales de la Edad Media, los pueblos están construidos en torno a iglesias fortificadas que ilustran una gran variedad de estilos arquitectónicos desde el siglo XIII hasta el siglo XVI.
El tejido físico de las iglesias fortificadas es frágil y existe el peligro de que su estructura se derrumbe y se ocasionen daños al medio ambiente. Como destaca el historiador de arte de origen húngaro Zsombor Jékely, los monumentos históricos que no cuentan con comunidades que los conserven son especialmente vulnerables (en este caso, los sajones que se asentaron en Transilvania durante los siglos XII y XIII desaparecieron en su mayor parte en los años 80).
El rico patrimonio artístico y arquitectónico medieval de estas iglesias está amenazado y existe la imperante necesidad de protegerlo y conservarlo. Partiendo de esa idea, el Ministro de Cultura de Rumanía creó en 2016 el Fondo de Emergencia para el Patrimonio con el fin de financiar, proteger y preservar las iglesias fortificadas y otros monumentos en peligro.
Luchas de poder político
Los edificios que albergan las autoridades políticas suelen convertirse en símbolos de poder y, como tal, pasan a ser objeto de odio, independientemente de la calidad de su arquitectura. Las personas que participan en revueltas los atacan o les prenden fuego. Los nuevos regímenes los destruyen y los sustituyen con arquitectura simbólica propia.
La Toma de la Bastilla inició la Revolución Francesa la tarde del 14 de julio de 1789. La Bastilla, un edificio medieval de París que se empleaba como prisión política, representaba la autoridad real y fue atacada por una enorme multitud que destruyó buena parte de su estructura.
La Plaza de la Bastilla actual ocupa buena parte de la localización original de la Bastilla. En 1989, se construyó la Ópera de la Bastilla en la plaza para conmemorar el bicentenario de la toma. El antiguo edificio está delineado con ladrillos en el mismo lugar en el que se erigió en su día.
El Palacio de la República en el centro de Berlín albergó el parlamento de la República Democrática Alemana entre 1976 y 1990. El Palast se terminó en 1976 y contaba con auditorios, galerías de arte y restaurantes.
En 1990, el Palast quedó vacío tras la reunificación alemana y en 2003 el Bundestag votó su derribo. Esta decisión despertó sentimientos encontrados entre muchos «Ossies», como se llama con nostalgia a los ciudadanos de la antigua República Democrática Alemana.
El Palast se derribó entre 2006 y 2008 para dejar espacio a la reconstrucción del Palacio de Berlín, la antigua residencia del Emperador Guillermo II, que había sido demolida tras la Segunda Guerra Mundial.
Los peligros del turismo
El turismo de masas nació a finales del siglo XIX cuando el agente de viajes británico Thomas Cook inventó el concepto de tours asequibles de viaje en grupo. Entablando relaciones entre los operadores turísticos, las empresas de transporte y los hoteles, Cook podía conseguir grandes descuentos por volumen en servicios de viajes y repercutía ese ahorro en los clientes. De esta forma, los viajes empezaron a ser más asequibles para más personas, que podían así visitar célebres sedes de patrimonio cultural europeo.
A lo largo de los años, el mayor nivel de bienestar (mayores ingresos, más vacaciones) y los menores costes de viaje (alojamiento y vuelos baratos) han provocado la masificación del turismo, el punto en el que el turismo se convierte en insostenible o incluso perjudicial para determinado destino, ocasionado problemas como daños físicos y medioambientales, presión en las infraestructuras y un mayor coste de vida. Se ha demostrado que esto ha conducido a la inestabilidad social, las protestas y la resistencia contra el turismo en algunas ciudades europeas.
Venecia (Italia) es una de las ciudades más visitadas del mundo: ofrece una singular combinación de naturaleza y cultura y ha recibido la condición de Patrimonio de la Humanidad. Su población asciende a 260 000, mientras que recibe 24 millones de visitantes al año. Algunos días, el centro de Venecia ha registrado 60 000 visitantes. Huelga decir que estas elevadas cifras sobrecargan las infraestructuras de Venecia. Otro problema es la gentrificación actual: se están vendiendo casas para convertirlas en hoteles o restaurantes, lo que está provocando que Venecia pierda su carácter íntimo.
En los últimos años, se han tomado medidas para evitar el flujo entrante de turistas de los cruceros. En 2015, se prohibió la entrada de cruceros al canal Giudecca, pero la prohibición duró apenas tres meses antes de que el Tribunal Administrativo Regional la revocara.
El casco antiguo de Dubrovnik (Croacia) está protegido por la UNESCO y hace las veces de Desembarco del Rey en la popular serie de fantasía Juego de Tronos.
La fama de la ciudad ha beneficiado los negocios, pero también ha propiciado un flujo constante de visitantes. El año pasado, más de 1,2 millones de personas visitaron la ciudad portuaria del Mediterráneo, en la que residen apenas 42 000 lugareños.
La reciente campaña del gobierno de la ciudad «Respeta la ciudad» tiene el objetivo de limitar el número de visitantes diarios y planificar un desarrollo más sostenible de Dubrovnik como destino turístico.